Carmen Dell´Orefice, top model a los 78 años

18:31 / Publicado por Spider Pig /



Es la modelo de pasarela más longeva y una de las más elegantes de la historia. A sus 78 años sigue desfilando y haciendo campañas de publicidad. Bien es cierto que no lo hace por vocación. Ha tenido que volver a trabajar después de que Bernard Madoff, amigo personal, la arruinase. Pero Carmen no se queja. No es la primera vez que supera una bancarrota y, habiendo pasado hambre de niña durante la Gran Depresión, esta crisis no le asusta. Tan sólo le duele «la traición, la horrible traición...».

No es que se niegue a jubilarse, es que fue una de las 13.500 víctimas de Bernard Madoff, el estafador condenado a 150 años de cárcel por apropiarse de 65.000 millones de dólares de sus clientes. Madoff era, además, su amigo. O eso creía ella. Así que Carmen, arruinada y dolida, no ha tenido más remedio que llamar a su agente, calzarse los tacones. Pero sin dramas. «Soy una persona positiva. Pongo al mal tiempo buena cara o, al menos, lo intento. Me encanta vivir. No es que vaya perdonando a los que me hacen daño, pero me muevo hacia delante. No me considero una víctima, miro lo que puedo cambiar y cómo puedo hacer las cosas de otra manera», asegura. Carmen está empeñada en demostrar que hay vida después de Madoff.

Es una gran señora a la que no tumban los achaques: una artritis contumaz –secuela de su adolescencia de bailarina–, insomnio, fatiga crónica... La fragilidad propia de una septuagenaria de huesos delicados, pero tiene más energía que muchas de las modelos de las que podría ser abuela. ¿Arruinada? «De acuerdo. No es la primera vez. Saldré adelante. Tuve la suerte de crecer durante la Depresión. Aprendimos algunas cosas básicas entonces. Tenía mi dinero en el fondo de inversiones de Madoff, pero también guardaba algo debajo del colchón para casos de necesidad.»


Su ejemplo es balsámico en los tiempos que corren, pero Carmen siempre ha sido peculiar, incatalogable. Hay que serlo para aguantar sesenta años en un mundo tan despiadado como el de la moda. Los diseñadores la reverencian. Tiene arrugas. Nunca ha pasado por el quirófano ni se ha estirado. Su secreto de belleza: un ungüento veterinario que sirve para hidratar las ubres de las vacas y dar lustre a las crines de los caballos.



Carmen tiene una belleza de otra época. Es modesta, de la vieja escuela, una profesional sin manías ni exigencias que no va de diva. Y ha posado para los más grandes: Richard Avedon, Cecil Beaton, Irving Penn, Helmut Newton... Melena plateada, ojos claros, 1,78 de estatura. Sus medidas (92-66-99) son más opulentas que las que se estilan en estos `rácanos´ tiempos. Otra hechura de mujer, pero una mujer imperecedera. Carmen se lamenta de cómo la profesión de maniquí ha dejado de ser un arte de musas y se ha convertido en negocio de combustión rápida. Pero advierte: «Que yo sea modelo no significa que sea una experta en las tendencias de moda. Intento llevar la edad con elegancia. Ser consecuente con los años que tengo. No hacer el ridículo. Eso no quiere decir que sea aburrida vistiendo, pero llevo ropa que me sienta bien a un precio que pueda pagar».

Carmen Dell’Orefice nació en Nueva York en 1931. Hija de un violinista italiano y de una bailarina húngara que se llevaban como el perro y el gato, él las abandonó. La relación de Carmen con su madre fue tempestuosa. Tuvo que madurar rápido en un hogar donde todo era desaprobación y alguna que otra bofetada. «Mi madre era... cómo decirlo... de manos largas», confiesa. También era ambiciosa y ansiaba que su hija triunfase con el ballet, pero Carmen se hizo polvo las articulaciones haciendo puntas. La transición de niña a mujer fue traumática. «A mi madre no le gustaba la forma en que mi cuerpo se estaba formando. Me decía que tenía las orejas de Dumbo y unos pies como raquetas de tenis. Me hacía reproches continuos. Fui una niña triste. Sólo quería que mi madre me quisiese.»



Plana y sin curvas. No era anorexia; era hambre. «Éramos tan pobres que mi madre me dejaba en casa de parientes y amigos hasta que reunía el dinero para alquilar una habitación donde vivir las dos.»

El destino de su vida se decidió en un autobús. Una mujer se la quedó mirando y antes de bajar escribió un teléfono en un papel y se lo dio. Carmen llamó al día siguiente. La pasajera resultó ser la esposa de un fotógrafo de la revista Harper’s Bazaar, que le hizo unas pruebas. Pero la publicación rechazó las fotos porque «no es fotogénica». El fotógrafo se lo tomó como algo personal y contactó con un amigo que trabajaba para Vogue. Algunas semanas más tarde, Carmen posaba para su primera portada (luego llegarían otras cinco a lo largo de varias décadas). Tenía 15 años. Firmó su primer contrato en exclusiva con Vogue en 1946. Sueldo: siete dólares la hora.

¿Qué vieron los editores de Vogue en ella? Nada que ver con las exuberancias de las pin-up girls con las que soñaban los soldados de los años cincuenta. Carmen era un experimento, un nuevo paradigma de mujer que presagiaba lo que se convertiría en norma décadas más tarde. Fotógrafos como Horst P. Horst le rellenaban los vestidos con papel. E Irving Penn (del que siempre estuvo enamorada) la llamaba «Little Carmen». Era una lolita con anemia y sin pecho. Por entonces posaba desnuda para Salvador Dalí por doce dólares la hora, dinero que llevaba religiosamente a su madre. «Lo de Dalí fue de lo más inocente. Y le estoy agradecida porque con ese dinero pude ir al instituto.» También se pagó la ortodoncia.

6 comentarios:

Anónimo on 21 de enero de 2010, 13:28

y cual es el ungüento veterinario que sirve para hidratar las ubres de las vacas y dar lustre a las crines de los caballos. joder la señora esta impresionante.

Anónimo on 19 de febrero de 2011, 4:02

El unguento si que le ha dado frutos es la mujer mayor de 60,s mas bella que he visto en toda mi vida ejemplo de belleza eterna cual diosa griega esta mujer es divina de los pies a la cabeza que DIOS la premie con mas años de vida.

Anónimo on 1 de septiembre de 2011, 3:16

Bellísima!!!, tiene un porte y una elegancia que ya quisieran muchas jóvenes.

Anónimo on 21 de septiembre de 2011, 20:01

UNA MUJER BELLÍSIMA, INMARCESIBLE, DIVINA, LA BELLEZA INTERNA SE REFLEJA EN SU MIRADA. SU PORTE, SU CLASE Y SU ELEGANCIA SON INTEMPORALES.
PERO, ¿COMO SE LLAMA EL UNGÜENTO?

Comment by Unknown on 19 de febrero de 2015, 22:43

Una mujer bella.tiene la belleza interior

Comment by Unknown on 19 de febrero de 2015, 22:44

Trasparente .sencilla.mis respetos.para esta belleza da dama.

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