PARIDOSCOPIO

Emmitsburg, Maryland (EE.UU.) es prácticamente un lugar de peregrinaje para cientos de miles de católicos estadounidenses pues cuenta con una una réplica exacta del Santuario de Nuestra Señora de Lourdes.

Por supuesto, tanto trasiego, tanta visita, tanta peregrinación exige un cuidado de las instalaciones. Así que el jardinero siempre está para aquí y para allá cortando setos, limpiando el jardín, barriendo hojas.

Cuál sería su sorpresa entonces cuando al ocuparse de un montón de hojas secas se encontró con un par de bolsas de plástico cuyo contenido era nada más y nada menos que antiguas y extrañas monedas estadounidenses, muchas de ellas de oro, valoradas en más de 26.000 Euros.

Aquel pastizal fue llevado rápidamente al director del santuario, William Tronolone, que pensó que el dinero era un generoso donativo dado por un tímido feligrés.

Sin embargo su ilusión duró apenas unos días. El domingo siguiente al hallazgo, tras la misa, una anciana cuyo nombre desconocemos se acercó a Tronolone y le preguntó si habían encontrado unas bolsas llenas de monedas. Claro, el director tuvo que admitir que sí, que las monedas pertenecientes a la buena señora estaban en sus manos.



¿Qué era lo que había pasado? La mujer confesó que la suma completa eran los ahorros de toda una vida y que, dado que tenía que marcharse unos días de la ciudad, decidió que su dinero no estaría en mejores manos que en las de la Virgen María. Así, fue al santuario, rezó y dejó las bolsas cerca de una virgen en el exterior del santuario.

William le preguntó por qué no llevaba sus ahorros al banco, que es donde estaría más seguros, a lo que ella respondió que ya no hacía falta pues le pidió a la virgen que los protegiera y se los devolviese y así pasó realmente cuando el jardinero los encontró y los llevó al director.