Bunkers inimaginables

21:41 / Publicado por Spider Pig /

A lo largo de la Guerra Fría, las distintas súper-potencias crearon distintos refugios subterráneos, si bien en su gran mayoría militares, como la mega-fortaleza de los Urales, algunos de estos, fueron, literalmente, mini-ciudades para políticos y civiles.

Burlington


Corsham es un pequeño pueblito medieval de Inglaterra. Su aparente vida tranquila y emplazamiento de poca importancia a nivel estratégico lo convertía en blanco improbable de misiles soviéticos. Esto a su vez, sin embargo, lo convirtió en el lugar perfecto para ocultar en sus profundidades una ciudad subterránea que, dada la tragedia de una guerra nuclear, permitiese al Gobierno Británico seguir operando.

Ubicado a 30 metros de profundidad, y con una extensión de de 141 mil metros cuadrados y 61,2 kilómetros de pasillos y caminos, el mismo contaba con todos los avances tecnológicos de la época. Sobretodo a lo que telecomunicaciones respecta, ya que su función final sería la de, además de alojar al gobierno, permitir enviar mensajes a la ciudadania y ordenes al ejército. De hecho, su central telefónica era la segunda en tamaño en todo el Reino Unido, sólo superada por la central principal de Londres; así mismo, la BBC tenía un estudio de grabación y difusión desde el cual podría diseminar su programación a toda Europa. Más interesante aun, un sistema de Lamson -tubos de aire- permitía la comunicación casi al instante entre el persona.




Capaz de acomodar entre 6 mil 7 mil personas, el mismo era completamente autosuficiente. Con un sistema redundante de reciclado de deshechos, purificación de aire y agua, también contaba con 12 enormes tanques de combustible para permitirle funcionar durante meses.





El hotel Greenbrier


El pueblo de White Sulphur Springs en Virginia es también un lugar tranquilo. En el cual, quizás su único punto destacable es un hotel de lujo llamado The Greenbrier. El mismo, no obstante, esconde un increíble secreto. En caso de guerra nuclear, sería el lugar desde el cual el Congreso de los Estados Unidos seguiría operando. No en el hotel en sí, sino en el gigantesco búnker subterráneo que se hallaba bajo este. Una gigantesca construcción cuya construcción costaría varios cientos de millones de dólares y protegida por puertas de 30 toneladas y paredes de acero y concreto reforzado de varios metros de grosor especialmente para ataques nucleares.

Al igual que el anterior, contaba con la mejor tecnología en telecomunicación de la época, y estaba subterráneamente conectado a decenas de torres de radio distribuidas por todo el condado. A la instalación se puede entrar solo a través de un pasaje oculto en el hotel, protegido por una gigantesca compuerta de acero y titanio.