Durante los años previos y posteriores a la primera guerra mundial, cuando todavía era difícil saber la forma que debía tener un avión. Se crearon verdaderos monstruos del aire, con formas grotescas que tuvieron que lidiar con los desafíos y las limitaciones del conocimiento y las propias leyes físicas, pagándolo incluso con la tragedia.
El proyecto fue iniciado a partir de 1929, y concretado dos años después dentro del Aviation Design Bureau, en Rusia. Por entonces, la necesidad de fabricar aviones de mayor capacidad de carga dio lugar a diseños casi extravagantes, y desproporcionados. El proyecto del K-7 , desarrollado por Konstantin Alekseevich Kalinin, desplegó el concepto de una especie de ala volante: todo lo relevante al diseño, mecánica y funcionamiento del avión estaba centrado en el ala.
El K-7 fue una gigantesca ala elíptica de gran grosor (53m, y superficie de 452m2). El proyecto contemplaba una versión civil para transporte de hasta 64 pasajeros, y otra militar, que lo convertía en una verdadera fortaleza del aire: incluía 12 posiciones de artillero (8 cañones de 20 mm. y 8 ametralladoras 7.62 mm). De hecho el avión no tenía "puntos ciegos" contando así con una poderosa defensa.
En 1933 el mega avión construido comenzó a realizar una serie de pruebas con relativo éxito, aunque detectando algunas deficiencias. Su prueba final fue por supuesto la más trágica, cuando se desataron unas extrañas vibraciones, y un fallo donde el K-7 terminó estrellado e incendiado, sobreviviendo sólo cinco de sus tripulantes. La catástrofe dejó 15 muertos, y el proyecto, aunque retomado, jamás alcanzó a desarrollarse en su totalidad, luego de que el gobierno se concentrara en el desarrollo de aviones de menor porte.
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