Un día como cualquier otro de 1906 un alemán llamado Wilhelm Voigt se levantaría de su sueño con la intención de cambiar su pobre forma de vida… y no exactamente de la buena manera. Buscando un mejor estándar procedería a una tienda de rezagos militares y, tras un intenso regateó con el vendedor, al que convencería de haberle dado una valiosa estampilla, que en realidad no valía nada, logra obtener un uniforme de capitán descartado del ejército prusiano. En otro negocio conseguiría las botas. Acto seguido, y con un porte señorial y un caminar tan altivo que inhibiría hasta el más valiente, aparece en las barracas de Köpenick y ordena a un sargento y cuatro granaderos que le acompañen. Éstos, al ver a tan imponente capitán, que por cierto nunca antes habían visto, no cuestionan ni por un momento la ordén y lo siguen en su marcha.
Ignorantes del bizarro evento que ocurriría a continuación los soldados se sorprenderían cada vez más al realizar que su viaje tenía como meta las oficinas del gobierno de la ciudad. Una vez allí, “el capitán” les ordena marcialmente que arresten a Rosenkranz, el secretario del gobernador, y a Georg Langerhans, el gobernador mismo, bajo los cargos de corrupción y desfalco del tesoro público. Los hombres perplejos por semejante orden pero temerosos de tan rígido capitán procedieron a atar a los “culpables” de tan grave crimen… Mientras Voigh tomaba como “evidencia” 4000 marcos y 70 pfennigs. Tras el arresto le ordena a dos de los hombres permanecer realizando guardia en las oficinas y al sargento y los otros dos granaderos a llevar a los “culpables” a Berlín para interrogación. Luego de dar las ordenes nuestro “capitán” se dirige hacia la estación de tren y desaparece…
Pasarían unos meses y sería encarcelado por la “vida despampanante” que se estaba dando en los burdeles prusianos. Todo indicaba que recibiría la pena máxima por su crimen, sin embargo “su hazaña” le ganó la admiración del pueblo que no dejaba de burlarse de las fuerzas del orden a causa de lo sucedido. Semanas antes de su condena los disturbios fueron tales que el mismo Káiser Wilhelm II vetó la condena y le otorgó el perdón… Voigt, ni siquiera tuvo que devolver el dinero y quedó con tan buena fama que incluso le levantaron un monumento en su honor…
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