
Por supuesto que a Tuffi no le gustaría nada la idea, y con cada pizca de velocidad que ganaba el tren comenzaría a ponerse más y más nerviosa. Esto, en conjunto a las risas de los pasajeros y las luces de las fotografías, llevaría a que la joven elefanta enloqueciera, ignorando las órdenes de su cuidador y arrasando con el vagón entero. Desesperada, pero inteligente como todo buen elefante, decidiría saltar del vagón en movimiento hacía el río Wupper. Una caída de cinco metros que, por suerte, sólo le causaría algunas heridas menores. Increíblemente, lo ocurrido sería captado de pura casualidad en una fotografía.
Tuffi sobrevivió, afortunadamente no habiendo causado ninguna muerte en el vagón durante su histeria producto del estrés. El director sería despedido y Tuffi vendida a otro circo más piadoso. De hecho vivió durante muchos años más, muriendo en 1989, casi 40 años después, y habiéndose convertido prácticamente en todo un icono para Wuppertal, con canciones y libros infantiles en su honor e incluso una gran pintura de lo ocurrido en el mismo lugar en el que saltó desesperada al río años atrás.
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